domingo, 9 de septiembre de 2012

Café en movimiento.


Paseando esta semana por la red encontré el artículo de la crítica de arte e historiadora Avelina Lésper. Perdonen mi ignorancia pero no había oído hablar nunca de ella, como de muchas otras cosas. Es normal, uno aprende cosas poquito a poco. Otras directamente las desaprende. Indagando un poco más (fue fácil) me tropecé con una entrevista. Aquí les dejo los enlaces a los dos artículos para que los lean si les apetece. Lo que les rogaría es que, si lo hacen, sea luego, cuando terminen de leer lo que les cuento.

El arte contemporáneo es una farsa: Avelina Lésper.

Duchamp, el gran estafador.


A mediados del mes de agosto estuve en Londres. Uno de los lugares por los que pasé fue la Saatchi Gallery, conocida por presentar el mejor arte contemporáneo británico e internacional. Allí estaba yo, con los ojos muy abiertos. Si no me equivoco, la exposición del momento estaba dedicada a artistas coreanos, muchas salas de arte coreano contemporáneo. La verdad, había cosas sorprendentes. La recorrí con gusto aunque no comulgase con todo, pero de todo hay que ver. Cuando voy a estos sitios me digo a mí mismo, medio en broma, medio en serio, que a ver si así me hago con un buen criterio.

Con una de las piezas allí expuestas me había venido ligeramente mosqueado y, en ese momento, se me vino a la cabeza aquello de “la civilización del espectáculo” de Vargas Llosa. Lo digerí en silencio y seguí el recorrido.

Cuando leí el artículo de Avelina Lésper volví inmediatamente a las fotos que había hecho. Aunque ella no me descubriese nada nuevo, unas voces con más criterio que la mía, por descontado, y cada vez son más, se hacían eco de lo que muchos podemos pensar pero no nos atrevemos a decir porque, muy probablemente, se nos tacharía de ignorantes y de muchas otras cosas que no vienen al caso. Por mi parte, lo de las grandes parcelas de ignorancia ya lo tengo asumido.

Esta es la pieza en cuestión.



Les explico brevemente. En un espacio de una de las grandes salas de la galería encuentro, frente a mí, esta mesa con su taza de café (o té) encima. Me acerco a ella buscando algo que muestre su singularidad. Tienen que imaginarse la mesa sola, sin esa chica que mira debajo de ella, eso fue luego de lo que les cuento. Ya más cerca, me inclino un poco y lo veo. El café de la taza está en movimiento constante, sin cucharilla, creando un pequeño torbellino, no sé si a derecha o izquierda. Es lo que intento captar en la segunda foto.

Mi primera reacción, que es lo que no debe hacerse, es agacharme para desvelar la incógnita. Un motor, seguro que tiene un motor debajo que le hace vibrar. La reacción de los que venían detrás de mí fue idéntica, ya lo ven en la foto. Una sonrisa y miradas cómplices. En silencio, eso sí, que estamos en una especie de templo del arte.

Mi segunda reacción, recomponer la chiquillada de mirar debajo de la mesa y obligarme a reflexionar sobre lo visto. Recordé entonces aquel hecho físico sobre que el torbellino en los líquidos se crea a derecha o izquierda según en qué parte del planeta estemos. ¿Tendrá algo que ver con esto?

Si el rey Midas del arte contemporáneo, aquel que convierte en oro todo lo que toca, la Saatchi Gallery, había elegido esta pieza para exponerla en sus salas, algo se me estaba escapando. Se dice que artistas completamente desconocidos, tras exponer aquí, alcanzan la fama. Miré para todos los lados, intenté asociar con lo que había alrededor. Pensaba en su autor o autora, que no llegué a enterarme, un poco en abstracto pero suponiéndole capacidad y dueño de planteamientos seguro que incuestionables. En aquellos momentos necesitaba esa herramienta llamada “respaldo filosófico de la obra”. Supongo que eso me haría exclamar un ¡¡oohh!! Y vería la luz.

Pero nada de eso ocurrió. Consiguió captar mi atención, claro está, pero como un artilugio curioso y excéntrico, como el anuncio publicitario que te vende algo pero te muestra otra cosa que nada tiene que ver con el producto. Una curiosidad que no me dejará huella si no fuera por lo que estas cosas dan que pensar.

He aprendido, y comparto, que a esto hay que ir sin prejuicios, sin buscar explicaciones, a disfrutar, a dejarse provocar si es necesario, a mirar, a escuchar y a sentir, pero…

No contento, volví a la carga. Me dije, ya está, esto va a ser lo que dice el curator Martí Manen sobre que “en toda exposición se necesita, por lo menos, un elemento que desorganice, algo que desentone, que no sea correcto, algo que genere preguntas sobre todo lo demás”

Y seguí mi recorrido gruñendo en bajito “cuánto me queda por aprender, si es que no me entero de nada, para qué vienes a estos sitios sin haberte estudiado antes todos los planteamientos, así no hay quien disfrute”

Ahora sí, ahora, si aún les apetece, pueden leer los artículos del principio o buscar otros similares.

Como esto siga así, a muchos se les va a desmontar el chiringuito. El tiempo lo dirá.

Uno que sabe muy poquito.

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